Dice Marcel Schowb en su libro
Vidas imaginarias, que la ciencia histórica nos llena de incertidumbres si se refiere a individuos. No hace más que revelarnos unos determinados momentos supeditados a acciones generales y que por desgracia, a los biógrafos les ha dado por creer que eran historiadores. Y nos han privado, así, de retratos admirables. Han supuesto que sólo la vida de los grandes hombres podría interesarnos.
Cuando empecé a trabajar esta serie, surgieron personajes que de alguna manera me recordaron este libro que leí hace muchos años, comencé el ejercicio de hacer los retratos imaginarios de las biografías imaginarias de Marcel Schowb, con la única intención de buscar en el lenguaje de un cuerpo y en la inexpresividad de una máscara, algo que me evocara el resentimiento de Grecco Angliolieri, por la riqueza de su padre desde una fría celda; la arrogancia de Cyril Tourneur por querer escribir una nueva religión, y que la establecería sobre un método más excelente y admirable, y que él tenía tanto derecho para acuñar monedas de oro con su propia imagen como la reina de Inglaterra, o cómo retratar a Crates, sin la tentación de pintar su zurrón que era una ciudad amplia y opulenta donde no había parásitos ni cortesanas, y que colmaba las exigencias de su rey produciendo tomillo, ajo higos y pan.
No quise titular cada cuadro de la serie con nombres, para evitar la ilustración de cada biografía siguiendo la idea de Schowb desde lo visual, para no revelar, sino dejar a la imaginación los más importantes razgos de la personalidad de estas vidas imaginarias.
Alejandro Mojica
Junio, 2012
